No es culpa de ella. Tal vez un día para juzgar su belleza no era suficiente.
Bratislava no me gustó. En realidad, no me deslumbró. Tal vez fue mi culpa, por las malditas expectativas… el tener la vara muy alta.
Ponerla a la altura de otras ciudades de Europa del Este quizás le queda grande. No lo sé. Pero, por alguna u otra razón, Bratislava no me llenó. El Danubio de este lado del mapa no me quitó el aliento, como sí lo hizo en Viena o Budapest.
Creo que a Bratislava la tienen descuidada, eso. La ví como abandonada. Tal vez ese es justamente su encanto y yo no lo supe ver, pero sentí que a Bratislava le faltaba amor, cuidado, calor de hogar.
Puede que le haya faltado sol, o ganas de nuestra parte. El cansancio de llevar viajando casi 4 meses. Y lo loco es que miro sus fotos y la veo preciosa. No lo sé.

Llegamos a la estación de omnibus de Bratislava por la tarde de un sábado, parecía domingo. Los mismos locales de la estación estaban cerradas, sólo había uno. Nos acercamos, y en inglés le pedimos un mapa. “No tenemos más, el último se los dimos a ellos”. Cara de nada. Al menos la señora nos habló, porque su gesto era tan parco que pensé que gritaría.
Los chicos que tenían el mapa estaban analizándolo, y se dieron cuenta de la situación. Nos miramos, y ya era un hecho: eran argentinos. No sé si a todos les pasa pero de viaje siento que tengo un radar. Los detecto. No sé si es la ropa, el corte de pelo o los peinados, la mirada o los gestos… mucho antes de intercambiar palabras ya me doy cuenta que son compatriotas. Y no le pifié. Nos dijeron que eran de Córdoba y nos prestaron el mapa para sacarle fotos. Los saludamos y les deseamos buen viaje.
Caminamos unas pocas cuadras hacia el Patio Hostel, donde nos estaban esperando. Ya por email me habían parecido re copados y atentos. Al llegar, nos recibieron tan bien que hasta nos dieron una birra de cortesía (se podía optar por agua mineral… pero no, claramente cerveza fue nuestra opción). Dejamos nuestras mochilas en el cuarto y nos dispusimos a salir a caminar por Brastislava, con las recomendaciones que nos dieron los chicos de recepción.
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Parecía domingo. Pero era sábado. Todo cerrado. El hambre nos llevó al único local abierto: casa de comida rápida. “Sandwichin” al paso y nos fuimos rumbo al casco antiguo. Bratislava es muy pequeña y da para hacer todo caminando.







Si hay algo muy divertido en Bratislava es ir jugando a encontrar las estatuas “escondidas” en la ciudad. El limpiador de cloacas, un soldado de Napoleón apoyado en un banco, un fotógrafo tipo “paparazzi”, detrás de una esquina. Sin dudas, le dan color al centro histórico y es fácil reconocerlas ya que siempre hay alguien tomándose una foto con ellas.

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Y el atardecer comenzó a asomar con sus lindos colores…




A la noche queríamos comer comida típica y en la recepción del hostel nos dieron una respuesta unánime: Slovak Pub, en la calle Obchodna 62. Estaba a sólo tres cuadras del hostel, nos abrigamos y salimos. Pedimos cerveza artesanal (10 puntos!), Cesnaková Polievka Krémová (sopa de ajo servida dentro de pan casero) y una degustación de tres platos típicos: Bryndzové Halusky, Bryndzové Pirohy y Hapustové Strapacky.
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Al día siguiente nos despertamos tempranito para darle una chance más a esta ciudad. Y así fue como conocimos la Iglesia Azul. Fue lo que más me impactó de toda la ciudad. Tal vez, porque era el color preferido de mi mamá. Una iglesia particular, pequeña, toda decorada en celeste, por dentro, y por fuera. Dedicada a Santa Isabel, esta peculiar iglesia es uno de los ejemplos de arquitectura modernista más importantes de Europa Central.
Hay gente que elije visitarla en el mismo día, ya que queda a solo 60 km de Viena. Es una opción. Nosotras, en cambio, decidimos descansar acá una noche. Veníamos cansadas de Budapest y nos quedaba camino a Viena.
Sé que si vuelvo a Eslovaquia probablemente haré hincapié en otras ciudades, y seguramente, le de otra oportunidad a Bratislava. Si es así, de seguro me quedaré otra vez con mis amigos del Patio Hostel ya que nos trataron de 10 y nos hicieron sentir como en casa!

Y vos.. ¿conoces Bratislava? ¿Qué te pareció? Dejanos tu comentario!
3 comentarios en “Bratislava, con sabor a poco”
Hola Flor! Muy bueno tu post! Yo estuve allí y tengo un post sobre ella. Fue en verano, por el día desde Viena. Me gustó la ciudad vieja, había mucha gente y los negocios abiertos. Al castillo subí y lo mejor como vos decís son las vistas. Creo que la ciudad necesita aún más restauración, pero sé que ha mejorado mucho, antes estaba muy descuidada y necesita trabajo de años. Espero volver también en el futuro y visitar otras ciudades eslovacas.
Saludos,
Roberto
Hola Roberto!
Muchas gracias por tu comentario. Seguro que hubo muchas cosas que influyeron para que mi opinión al dejar la ciudad no sea del todo positiva. Y también soy consciente que le daré otra oportunidad 🙂
Voy a entrar para ver tu post y recorrerla desde tu punto de vista!
Abrazos!
Flor
Gracias, espero te guste lo que escribí! Saludos!